viernes, 27 de mayo de 2011

SANTUARIO

Por la noche,
cuando todos dormían
mientras mi abuela leía la Biblia,
y mi hermano contaba los intervalos del faro,
yo buscaba agua potable
dentro de mí misma.
Obligada,
como Sísifo,
a empezar de cero a cada paso.
Y en sueños
escuchaba a alguien llorar
y te veía envuelto en llamas.

Decían que interpretaba mal la realidad
y me miraban con aprensión,
aunque yo no entendía el significado de aquellas miradas.
Solo oía un ruído sordo,
como si me hallase sumergida en el fondo del mar,
donde recibía los besos protocolarios de mi madre
y las sonrisas prefabricadas,
como de telenovela,
de unos hombres de bata blanca.

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