Al fin lo he entendido.
Todos somos productos manufacturados,
pues todos creamos nuestro propio personaje.
A pesar de nuestras vacuas pretensiones,
ignoramos que hemos nacido libres.
Pero lo único importante es que,
como seres humanos que somos,
portamos una antorcha.
Quien haya redactado nuestra Carta Magna
tan aparente y ponderada,
un libro sagrado que arde como una zarza,
se ha olvidado de lo más importante,
de concedernos el derecho a ser amados.
Quien haya redactado nuestra Carta Magna
tan aparente y ponderada,
un libro sagrado que arde como una zarza,
se ha olvidado de lo más importante,
de concedernos el derecho a ser amados.
A parte de eso,
¿qué es lo que tenemos?
Acaso nada más que piezas rotas
que nadie sabe encajar de nuevo.
Agazapada en mi madriguera
escucho el estruendo del mundo,
y me pregunto
cuánto tiempo podré aguantar
sin echarme desnuda a la calle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario