jueves, 17 de enero de 2008

BRÚJULA


Se me ha borrado su cara y su nombre, pero no sus palabras: Tendrás una vida miserable, porque no serás capaz de apearte antes de la catástrofe, me dijo abrazados en la barra de un bar. Aún no había llegado el tiempo de las horas de vinagre, de la inmersión a pulmón en el delirio. Todavía las piezas encajaban en el paisaje de chocolate y los oráculos dramáticos carecían de receptores que trasladasen los avisos de un tornado que cuando se hizo presente fue devastador e ingobernable. Los daños fueron cuantiosos, muchos irreparables, muertos y heridos fueron quedando esparcidos por las hojas de un calendario aleatorio. Cuando el viento amainó, llegó el silencio para ordenar lo quedaba y no lo hizo mal porque solo recuerdo sus palabras.

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