lunes, 30 de junio de 2008

SACRIFICIO


Me gusta el silencio
y todavía más el aullido de los lobos.
Pues había un lobo blanco que venía a esperarme
todos los inviernos
y dejaba sus pisadas en la nieve.

Yo lo seguía obediente,
porque él lo era todo para mí,
hasta que un día dejó de nevar
y perdí su rastro.

Ahora imagino los paisajes blancos
que nunca llegaré a contemplar,
hollados por manadas de lobos hambrientos.

Mientras, me pudro despacio…
en esta habitación sin ventanas.