lunes, 17 de marzo de 2008

FOTOGRAFÍA


Quiero hablar de la inquietante belleza de los números primos.

El tres.
Esta soy yo, la que juega con un cuchillo.
Esos son mis padres, los que creen en la verdad y la culpa.


Llueve una lluvia sucia de negros presagios
Una voz susurra que llega un día
en el que la suerte se acaba.

El oráculo dice:
Acabarás hastiada de ver
como se repiten las mismas cosas.
Sufrirás lo indecible
hasta que te liberes de todas las cadenas.
Cada día te cruzarás con muchedumbres
que pasarán a tu lado sin mirarte.
No entenderás el idioma de tus hijos.
Serás atendida por curanderos que no
se dignarán tocarte.

El dos.
Lo que vino después
fue apenas un sueño o delirio.
Tú decías haber cruzado todas las líneas
y roto todos los tabúes.
Yo prometía acompañarte
a los lugares en los que el dolor
deposita sus huevos amarillos.

Pero éramos tú y yo, fíjate,
éramos nosotros,
aunque ya no seamos los que fuimos
y aquello ya no tenga remedio.
Por eso evitamos mirarnos a los ojos.
Y en cambio nos miramos desde arriba,
como se mira a un reo.

Otros labios pronuncian el veredicto

4 comentarios:

Sintagma in Blue dijo...

Magnífico poema.

un tordo dijo...

no sé por qué este poema me recuerda otro de la poeta colombiana Anabel Torres: "Las medias nonas", algo así como los números primos, que no son tres ni dos, en realidad es uno, solo y lastimero si su empeño es formar un maltrecho conjunto.

la libertad está en uno.

Conciencia Personal dijo...

Apocalípticos el tres...

Rafa dijo...

Inquietante también ¿no?

Ben cordialment